“En México asesinan a diez mujeres al día”. La frase lleva acompañándonos un par de años. ¿Nos hemos acostumbrado a escucharla? Sí, al igual que es costumbre caminar con miedo por la calle. En el encierro en el que para tantas mujeres el hogar ha significado lo opuesto a un refugio, hemos procesado (des)información, cifras y muertes como nunca antes lo habíamos hecho. Nos hemos sentido engañadas y con una apremiante necesidad de opinar para disimularlo. En la rabia y la impotencia nos hemos encontrado y reconocido; hemos señalado, compartido, cancelado, y ha quedado virtualmente registrada una enorme confusión en torno a lo que estamos cansadas de exigir: justicia.

 ¿Qué es la justicia?, ¿es cierto que mediante ella es posible reparar daños?, ¿cuándo podríamos empezar a construirla si no es hasta que un daño es irreparable?, ¿a quién debemos exigírsela?, ¿es sinónimo de castigo?, ¿es lo opuesto a la impunidad? Aquellas son preguntas que las mujeres no dejamos de ensayar en nuestro día a día, al emitir o callar, al reaccionar sea cual sea la forma, cuando nos enteramos de que nos siguen matando. El inicio de la pandemia, debido al desajuste que tuvo en nuestra forma de vivir el tiempo, suele ser tomado como punto de comparación con el presente para medir cuánto hemos cambiado; hoy sin embargo me pregunto por la evolución de las mujeres desde el momento en que comprendimos lo que es un feminicidio, la primera ocasión en la que tuvimos que explicárselo a alguien que respondía que “a los hombres también los matan”, y la primera vez que escuchamos que en México diez de nosotras no sobreviven el día. 

Con la misma cifra alarmante inicia el documental Camila, la justicia posible, en el que Coizta Grecko, mucho antes de abordar directamente las preguntas anteriores, nos remonta a nuestra propia relación con la tierra, el espacio, los cuerpos y la vida. ¿Qué lectura puede hacerse sobre nuestros desplazamientos cotidianos?, ¿cuántas de las mujeres que vemos habitar el espacio público volverán vivas a casa?, ¿cuántos hombres estarán por asesinar o acosar a una mujer?, ¿lo tienen planeado o es una posibilidad de su sexo? En el Valle de Chalco, lugar de asentamiento mediante el ecocidio, el 1 de enero de 2019, Camila una niña de nueve años fue asesinada. Su caso fue especialmente sonado por haber sido el primer feminicidio en el año. Hay una reacción colectiva que parte por el dolor de sus padres y se expande a vecinos, conocidos, y voces defensoras de los Derechos Humanos; todos buscando puntos de encuentro entre sus distintas nociones de justicia, todos alumbrando coordenadas, alumbrando a nuestra sociedad como caldo de cultivo. Coizta Grecko al buscar las posibilidades de justicia, posibilita también la escucha activa de uno entre miles de expedientes.