A veces para reapropiarnos de algo hay que transgredir. Aquello suena en primera instancia como una resolución inaceptable, va en contra de valores como el cuidado; y cuando es el cuerpo aquello que debe ser maltratado para sentir nuestro control sobre él, se atenta también en contra del más sagrado indicador de calidad de vida: la salud. Pero ¿quién realmente puede autoproclamarse exento de la vital contradicción entre un cuidado a veces obsesivo y una autolesión a veces como producto del mismo cuidado y a veces como una rebelión ante éste?

Con solo escuchar el título de Swallow, entendemos que retrata un estado de locura. “Una mujer que traga cosas”, a nadie sorprende que dicho comportamiento ya ha sido designado como un trastorno, (Pica). Pero no es esta perspectiva el eje de la historia. La película de Carlo Mirabella-Davis, no tarda mucho en desarrollar el padecimiento de Hunter, su protagonista. Tampoco parece ser la intención, como podría esperarse en cualquier suspenso o terror psicológico, guiarnos lentamente en un proceso de enloquecimiento. El producto, “la loca”, se revela como tal en la primera mitad del filme, para más tarde comprender dicho estado a través de la reacción de quienes la cuidan, sus intereses por hacerlo, y la búsqueda y escape que ella emprende.

La estética de Swallow también nos da algunas pistas, o quizás sea más preciso decir la híper estética. Las únicas actividades que en un principio se esperan de Hunter, como de cualquier otra ama de casa, es decorar el ambiente en el que vive, un lugar ostentoso y de tan buen gusto como los platillos que ella se esfuerza por servir a su esposo Rickie. De modo que estas dos formas de consumo se fusionan o simplemente se hacen literales.

La curiosidad que siente Hunter por ingerir y expulsar objetos y texturas, recuerda un poco a la infancia, aquel momento en que la digestión representaba un misterio y no un sistema de valores morales, nutricionales, medidos en calorías, grupos, y en el que el desecho no debía ser mirado. Haciendo énfasis en esta manera de entender la alimentación es como la suegra pretende curarla, cuidando su dieta y atribuyendo su trastorno a un desbalance alimenticio.

El comportamiento de Hunter se entiende al principio como una simple consecuencia del aburrimiento que experimenta al desempeñar su rol como esposa, y dicho rol muestra su cara más enajenante en la medida en que ella intenta convencerse de lo afortunada que es. Swallow se suma a un extenso compendio de relatos sobre mujeres que enloquecen por sentir un profundo desencanto al conseguir todo lo que su género les permite anhelar: ser esposas. El cuerpo femenino aparece de forma más evidente como territorio de disputa en el momento en que queda embarazada, es entonces cuando los intentos de cuidado por parte de la familia política pueden ser claramente reconocidos como mecanismos de control. El primer objeto que Hunter ingiere deja de ser comprendido por ella misma y por nosotros como espectadores como una reacción aleatoria al ocio, y encuentra conforme avanza la trama una forma de ser encauzado.

Por Sofía Vigil