Hace unos días platicaba con unas amigas y una de ellas comentaba que en estos días hay muchas producciones audiovisuales que incluyen escenas o situaciones que involucran historias relacionadas con la población LGBTTI o disidencias sexuales. Yo le preguntaba cuánto es demasiado. Porque la realidad es que existimos y somos parte de la población y tendríamos que dejar de ser consideradas como minoría; y que hacen falta más espacios para que la gente siga recibiendo información para formarse, sensibilizarse y ser empática. 

 

Y entonces supe sobre la nueva historia de Ángeles Cruz, me emocioné mucho de pensar en una película como Nudo Mixteco, sobre la trama que nos ofrecería y saber qué es lo que se anuda; estaba muy expectante por verla y cuando me invitaron a escribir sobre eso no quise perder la oportunidad de hacerlo. Recordé que había visto uno de sus cortometrajes hace tiempo y me había conmovido mucho, una historia sobre la genealogía de las mujeres y los dolores heredados. La Tiricia o cómo curar la tristeza es el nombre de esta producción con la que ganó varios premios como el Ariel a Mejor Cortometraje en 2013.

 

Quiero comenzar diciendo que el título me causaba curiosidad e intentaba adivinar a qué podría referirse. Al ver la película, me quedé maravillada por la forma de tejer esta trama de vidas, de escenas, de situaciones, de miradas y emociones. Es un verdadero nudo que nos mantiene atentas a lo que va sucediendo y cómo se van encontrando a lo largo de las escenas. Entramos y salimos, si ponemos atención, de la vida de todas las protagonistas mientras se van anudando las historias y se cruzan sus caminos, sus miradas. Parece que estamos viendo a través de un cristal. La película de 90 minutos se va como agua entre las manos, creo que por lo entrada en la historia y porque se siente tan natural, tan cotidiana y esto en parte porque las actrices y los actores son originarios de la comunidad. Sin olvidar otro elemento fundamental para contar esta historia y las otras que Ángeles nos ha compartido, la música de Rubén Luengas, constante colaborador, y que nos va involucrando a través de las emociones. 

 

Y es que hay cosas, hay situaciones que nos pasan solas, parece que somos las únicas a las que les pasa y parecemos sogas sueltas en la vida sin saber de dónde agarrarse, con quien anudarse. Aquí nos miramos en esas historias: la historia de la represión, del rechazo y la violencia que la familia ejerce porque somos diferentes; las ansías de libertad y de soltarnos de los amarres que nos han impuesto y que se nos dice “hay que aguantar a toda costa”, de los silencios de las familias, la falta de sororidad y de solidaridad dentro de nuestras comunidades. En estas personajes también podemos reconocer las relaciones entre mujeres, las relaciones con el entorno, nuestros espacios, los esfuerzos por sobrevivir, por la autonomía.

 

El trabajo de Ángeles Cruz, desde “La Tiricia o cómo curar la tristeza”, para mí se ha tratado de contar tantas historias entretejidas con el hilo de la violencia hacia las mujeres, niñas, adolescentes, adultas, ancianas. Se trata de contar las historias de la rebeldía y la transgresión, de desanudarnos con las personajas que toman decisiones y/o acciones rompiendo silencios, poniendo límites y entonces enredarnos entre nosotras, con las otras.

 

Con Nudo Mixteco, veo y siento cómo se potencialidad su trabajo. Porque ya lo veíamos en sus cortometrajes y ahora toda esa energía, compromiso, inspiración crece y abrazo con más posibilidades, al menos es lo que me hace sentir a mi, que voy buscando referencias, reflejos, miradas para saberme, sabernos acompañadas, que no soy o somos las únicas en el mundo sino que podemos anudarnos en un nudo gigante que nos fortalezca. Me inspira Nudo Mixteco a recomendarles que la vean y compartan lo que les provoca.