Suena y resuena. Así la programación de este mes, con sonares provenientes de la música, de las voces originarias, de la tierra, los sueños, las personas que ya no están y las que siguen, el sonar de la América Latina, sus vivos, sus muertos, sus ficciones que están más cerca que lejos de la realidad, pasado que resuena en el presente y a través de estas películas y la memoria, repensamos el futuro. Nos hemos inventado una forma de ser para existir y resistir, como el cine mismo, de encontrarnos en personajes históricos, ficticios y recreados para comprender y hacer escuchar la historia nuestra y la forma en que la y nos miramos.
El mes de marzo, que año con año dedicamos al cine hecho por mujeres o sobre ellas, se extiende a la primera semana de abril, con la película Ana. Sin Título, sobre mujeres artistas latinoamericanas en dictadura, entre muchas otras temáticas y sentires. No queríamos dejarla fuera, porque tiene que entrar en la conversación y establecer que ésta sigue, no sólo en marzo, sino cada día.
Para Kinoki, con amor.
Después de darle tantas vueltas al cómo comenzar esta carta, sin duda es y tiene que ser, agradeciendo. ¡Ay Kinoki, cómo has crecido! Así dicen (decimos) las tías a l@s sobrin@s, como si sintieran que las van alcanzando o que las hacen envejecer (mera coincidencia, ¿eh?). En este caso Kinoki, gracias por permitirme el ir creciendo contigo. Recuerdo, (no) como si fuera ayer, cuando nos conocimos, no podía creer ni siquiera que algo como tú existiera, un sueño convertido en realidad, frase que escuché varias veces después y que me hicieron recordar esas tardes de servicio social, con amig@s que se convirtieron en familie, eligiendo entre todes, la película más extraña, lejana, para meternos a una sala sólo para nosotrxs…
Corte a: “14 años después” … soy parte de tu equipo, disfruto demasiado la labor que me corresponde hacer, imagino a tu audiencia, me imagino a mi, en esa sala, con las palomitas más ricas que hay, una buena cerveza de barril, y a la expectativa siempre de lo que va a suceder después, ahí mismo, en el salón, en la terraza, y si tenemos suerte, en el andador hacia otro espacio amigo, donde al calor de la noche, continuará la conversación, porque siempre lo hace.
Es así como nos has ido conectando, como ahora mismo puedo estarte escribiendo desde otras montañas, otro bosque, como has permitido equivocarnos, experimentar, aprender y además divertirnos en el camino. Kinoki, seguirás creciendo, ojalá esté ahí para presenciarlo, de cerca o de lejos pero cerca. Mantendrás tu esencia como lo has venido haciendo estos 18 añotes. Y esta carta de amor concluye, como las cartas de amor lo hacen, con la declaración y la promesa (amenaza) que aquí estaré siempre.
Pía.
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