Dos aspectos son centrales en la película “Litigante” de Franco Lolli. El primero, las distintas expresiones cotidianas de “cuidar”, en la vida de una mujer; el segundo, la situación relacional de las tareas de cuidado.
Leticia, madre de Silvia y María José, es diagnosticada con cáncer de pulmón terminal, ante lo que decide de primer momento, evitar los duros tratamientos de quimioterapia recomendados, casi obligados, por su médico. Ella establece desde el inicio, “vivir o morir no me importa, el dolor y la calidad de vida es lo que no quiero”, decisión por la que es juzgada de egoísta e irresponsable tanto por su hija Silvia como por su médico.
Ante esta situación, María José y Silvia reordenan sus tiempos para poder cumplir con el rol de cuidado con su madre enferma. El drama situado en Bogotá, Colombia, se enfoca en la vida de Silvia, subsecretaria jurídica de obras públicas, mujer con doctorado, madre en situación monoparental, hija, hermana, amiga, compañera; y las acciones de cuidado que realiza en su vida diaria.
Karina Batthyány (2015), conceptualiza al cuidado como la “Acción de ayudar a un niñx o alguien dependiente en el desarrollo de su bienestar en su vida cotidiana”, y menciona 3 dimensiones para las que se requiere dicha ayuda: la dimensión material, que implica un trabajo; la dimensión económica, que implica un costo; y la dimensión psicológica, que implica un vínculo afectivo, emotivo y sentimental; estas tres dimensiones pueden observarse en el día a día de Silvia.
En su situación de “hija cuidadora”, son evidentes las características relacionales y afectivas que se establecen entre la persona que cuida (Silvia) y la que es cuidada (Leticia). Los constantes conflictos entre ellas, evidencian distintas formas de concebir el cuidado, como una obligación moral impuesta principalmente a la mujeres y como un atributo femenino: “(…) capaz de hacer sufrir a un hombre como tú a mi padre. No lo cuidaste por amor, lo cuidaste para hacerte la víctima porque no te podías despegar”.
Por otro lado en el ámbito público, Silvia se encuentra en problemas en el trabajo al enfrentarse ante una acusación por corrupción. En su oficina es tratada de exagerada y poco escuchada ante la gravedad de la situación. Se constata la posición de desventaja que las múltiples tareas de cuidado (más siendo mamás), implican para las mujeres en el ámbito laboral, el jefe de Silvia incluso le reclama: “Usted es una profesional, su casa es su casa. Deje su casa afuera”, mostrando la división sexual del trabajo del carácter público y del privado. Se muestra invisible el reconocimiento del valor social y económico que tiene el trabajo de cuidado, a cargo de las familias, principalmente de las mujeres, sin que los Estados y los trabajos tomen responsabilidades necesarias.
Desde su ser mamá en situación monoparental, trabajadora, se muestra el sentimiento de culpa que Silvia experimenta por no sentirse tan presente los primeros años en la vida de su hijo Antonio.
Sosteniendo la posibilidad de Silvia de trabajar, con tantas tareas, aparece Marina, trabajadora del hogar en casa de Silvia, cuyo trabajo reproduce socialmente la vida de la familia protagonista de la película, y es quien encuentra a Leticia en sus últimos momentos de vida, haciendo evidente las múltiples tareas realizadas en su jornada laboral, muchas veces no visibles ni valoradas. La posición económica privilegiada de Silvia le permite poder acceder a un empleo remunerado de cuidado como el que realiza Marina en su casa.
Finalmente, ante el difícil momento en que la vida de Silvia se encuentra, empieza una nueva relación sexo afectiva, que despierta actitudes de desaprobación en su madre, por lo que Silvia responde, reflejando nuevamente la complejidad de la relación cuidadora/cuidada: “te molesta verme vivir a mí.”
Por Eugenia Vigil
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